La ALEGRÍA es la emoción primaria adicional al placer,
ella trasciende la experiencia placentera y nos ubica en los linderos del
éxtasis. Nos toca la conciencia y nos remueve el alma como ninguna otra
emoción; y al igual que todas, luego de alcanzar su cometido, se retira. Sin
embargo estos momentos de dicha suelen verse alterados cuando la mente se apega
al placer e intenta mantener la alegría más allá de su ciclo natural.
Mientras la naturaleza nos regala la alegría, el apego
inventa la felicidad; la primera nos saca a flote y la segunda nos hunde.
La alegría saca a relucir lo mejor de nosotros, ella
destapa la parte buena e indica el camino que deberíamos estar transitando si
la humanidad no hubiera desviado su rumbo. La alegría es un destello espiritual,
un señalamiento y un delicioso jalón de orejas que el universo nos hace para
que no olvidemos quienes somos:
“Obsérvate. Esta es tu verdadera humanidad. Esto es lo
que eres. Tenlo presente”.
La alegría es la sanación natural que el universo
ofrece a manos llenas. La alegría y el amor van de la mano. La alegría es la
risa de Dios.
El apego opaca la alegría y la desvirtúa porque teme
perderla
El apego es la incapacidad de renunciación
La búsqueda ingenua de la felicidad permanente e
inalterable es consecuencia de esta necesidad de congelar la alegría más allá
del tiempo y el espacio. Desgraciada o afortunadamente para los humanos comunes
y corrientes, es decir, no iluminados, ni maníacos, ni drogados, no existe el
“ser feliz”, sino el “estar feliz”. La posibilidad de alcanzar el nirvana
emocional es una idea distorsionada que nos distrae de la vivencia natural de
la alegría.
La felicidad no es un estado, sino un proceso.
Cuando las personas construyen la falsa ilusión de la
alegría eterna, automáticamente pierden sensibilidad, porque la expectativa de
lo que vendrá los aleja del presente. Desapegarse del concepto utópico de la
felicidad es una forma de sana resignación y una especie de reencarnación
emocional: Morir para cada alegría y renacer con la próxima.
Buda decía: “No te aferres a lo placentero, déjalo
pasar para que la separación no te disminuya”
Si nos despreocupamos por “ser felices”, estaremos en
condiciones de “estar alegres” y eso ya es mucho.
Ábrete a la felicidad, ella escomo las olas: te moja,
se va, y luego vuelve con el pulso de la más antigua y sagrada de las melodías.
Canta su canción y déjate llevar por sus notas.
(De Sabiduría emocional de Walter Riso)
No hay comentarios:
Publicar un comentario